Hace unos días, el Gobierno resolvió una subasta renovable en la que adjudicó 3.034 MW que requerirá la inversión de 2.100 millones de euros. El negocio, sin embargo, se mide a grandes tensiones de mercado, como me indican dos empresarios vizcaínos. El origen del conflicto está en China. En este siglo, este país ha pasado a dominar/controlar la producción mundial de lingotes de silicio de grado solar, materia base para la fabricación de las obleas con las que se elaboran las células fotovoltaicas y también la microelectrónica, cuya escasez frena la cadencia de las líneas automovilísticas. Se han adjudicado 3.034 MW, pero la realidad es que ya hoy una parte de los planes fotovoltaicos en promoción tienen el freno echado. Como indica este empresario, el precio de los paneles se ha incrementado más de un 50 por ciento. En Europa poco se puede hacer, a pesar de que se cuenta con tecnología eficaz para el montaje automático de los paneles, con grandes ejemplos en el País Vasco, dado que la produción de silicio de grado solar es reducida. España contó con una gran fábrica en Puertollano, de capital ucranio, que llegó a emplear a 600 trabajadores. Se fue a pique en la última crisis y ahora, en la localidad, otra sociedad trabaja en recuperar la producción.
Europa debería reconocer qué materiales son estratégicos y defenderlos de riesgos monopolísticos. No es normal que se promocione la transición energética actual, con el sol en todo lo alto, y que no se aspire a internalizar el valor añadido de la fabricación de unos productos para los que se dispone de tecnología propia. Ante esta situación, el segundo empresario, gestor de infraestructuras renovables, manifiesta su sorpresa por los precios de la adjudicación renovable: “no son rentables”. Muchas empresas ya aseguran que podrán llevar adelante los proyectos porque esperan que los precios de las placas bajen en los próximos meses, “si no será la ruina”, que en este caso supone la renuncia al proyecto y al aval. Nada nuevo bajo el sol fotovoltaico. Para presentar los permisos tienen un año de plazo. Veremos cómo se resuelve la batalla oferta/demanda. Pero Europa, con urgencia, debe ponerse las pilas manufactureras.
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