La noche de la empresa vasca 2022
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Estirar después de la crisis

La situación económica y su incidencia están a la vista.

Y el Mejor Empresario Vasco del Año 2021 es...
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Guillermo Dorronsoro
15/1/2021
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De una crisis grave y profunda como la que estamos atravesando, una persona o una empresa pueden salir de tres formas: aniquiladas, debilitadas, o transformadas. En la primera alternativa, mejor no detenerse mucho. Si todavía puedes leer estas líneas es que el virus, de momento, no te ha llevado por delante. Y si Empresa XXI ha llegado a tu buzón, es porque tu empresa todavía está viva, a pesar de la complejidad que han tenido estos últimos meses, especialmente en algunos sectores… No es poco.

La segunda alternativa de las citadas es más común. Las crisis nos debilitan, aumentan nuestra fragilidad. En las personas, la salud queda resentida. En las empresas, se incrementa el nivel de endeudamiento, se abordan planes de reducción de plantilla, se reducen inversiones y gastos operativos al máximo para capear el temporal… Sin invertir y sin gastar en mantenimiento, los activos van perdiendo valor. Tampoco mejor detenerse mucho en esta segunda opción. Pan para hoy, hambre para mañana.

La tercera es la que más me interesa, la que debería probablemente interesarte también más a ti ¿Te acuerdas lo que te decían de pequeño cuando pasabas unos días en la cama con fiebre? “Este crío está pegando un estirón”. No eran manías de tu abuela. La ciencia ha comprobado que la fiebre estimula la hormona del crecimiento (somatropina) y su acción, combinada con el reposo, crean las condiciones para que podamos crecer de forma diferencial. Eso mismo generan las crisis. Nos hacen estar más alerta, nos sacan de nuestras rutinas, y pueden ayudar a transformarnos. Por eso, las preguntas más relevantes después de una crisis nunca son: ¿Cuándo va a terminar? ¿Quién ha tenido la culpa? ¿Será una crisis en V, en W, en L, en lámpara de Aladino…? Las únicas preguntas interesantes son: ¿Qué es lo que hemos aprendido? ¿Qué es lo que vamos a cambiar? Aunque no todos hemos estudiado la misma lección estos últimos meses, algunas páginas nos han tocado a casi todos, y por eso voy a compartir contigo algunas cosas que he aprendido, por si te ayudan a pensar en las que tú podrías aprender.

“Lo que no tiene sentido es educarnos a vivir en un escenario de orden y concierto, porque el futuro viene diferente, caótico”

La primera lección tiene que ver precisamente con el contenido de este artículo. Tenemos que aprender a convivir con los períodos de crisis, que en el nuevo escenario global nos acompañarán de forma recurrente. Lo que no tiene sentido es educarnos a vivir en un escenario de orden y concierto, porque el futuro viene diferente, caótico. Se llamarán pandemia, ciberataque, cambio climático, asteroide, burbujas de diferente tipo, o que se les ha olvidado quitarle el botón nuclear al último presidente descerebrado de una potencia mundial (será genial poder olvidarnos de Trump, pero no será el último de la lista, me temo…). Irán llegando las crisis, una tras otra, igual que llegaron en todos los siglos anteriores.

Me llamó mucho la atención en un viaje que hice en invierno a Oslo. En medio de fuertes nevadas, ventiscas y temperaturas bajo cero, todo funcionaba como un reloj. El taxi me llevó del aeropuerto al hotel a más de 100 km/h en medio de una tormenta helada (en el Sur de Europa, Filomena nos acaba de recordar que todo queda colapsado por unos centímetros de nieve). En cuanto lo pensé dos veces, entendí que todos los años, durante varios meses, su paisaje es exactamente ese. Así que, por sentido común, están preparados para vivir con normalidad en ese escenario. Tenemos que educarnos desde jóvenes a convivir con este escenario permanente de crisis global, porque así va a ser este Siglo XXI… No lo hacemos así ahora, seguimos con un mapa mental de estabilidad y “business as usual”.

La segunda lección, tiene que ver con la primera: ¿qué es lo que marca la diferencia en una crisis? La capacidad de adaptarse rápido a la nueva situación. La rapidez en interpretar con inteligencia los nuevos datos, tomar decisiones acertadas en poco tiempo y, casi más importante, tener la capacidad de llevarlas a la práctica (ya hablaremos de las vacunas otro día). En un mundo sacudido por crisis, mejor ser ratón que tiranosaurio. Mejor ser ligero y flexible, que grande y rígido. Me acuerdo de hace unos pocos meses, en una conferencia relativa al sector aeronáutico, sentí envidia de sus planes a veinte años, de su cartera de pedidos con plazos de décadas. Estas últimas semanas me he acordado, cuando un tráfico aéreo más que diezmado de forma inesperada, ha dado la vuelta a todos esos planes…

La tercera lección, mi favorita, es que cuando todo se tuerce, uno siempre puede recurrir a las personas, a sus valores, a su generosidad, a su solidaridad, al sentido común colectivo. Por fortuna, los seres humanos, como media, somos mejores que peores. Aunque no está mal trabajar un poco cada día para mejorar la media. Feliz 21, que del 20 casi mejor olvidarnos ¿verdad?

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