Vivimos tiempos revueltos en los que la desesperación abre oportunidades de cambio impensables, incluso ya desacreditadas por la historia. Hace unos años, por ejemplo, adquirió un papel relevante en la innovación evolutiva de nuestra especie la película ‘El experimento’, basada en el libro de Mario Jordano, y más conocido como ‘la cárcel de Stanford’, donde tuvieron el buen gusto de someter a unos congéneres a esa reclusión. El proyecto levanta sus cimientos con una muestra social desesperada a la que ganan con unos dólares, que perderán si el experimento no llega a su fin temporal. La violencia entre presos y guardas queda prohibida, aunque la prueba en sí misma se confecciona como una agresión en la búsqueda de situaciones extremas en las que aflorar los peores instintos de las cobayas. Hobbes y Rousseau, de nuevo, cara a cara. El experimento acaba peor que el rosario de la aurora. La camaradería tribal se articula y afirma a través de la persecución del disidente; y, como colofón, la sangre colorea todo el laboratorio carcelario.
Al margen de las enseñanzas que pueda dejar la obra, la moraleja resulta edificante y trasladable a estos tiempos revueltos. Abierta la cárcel probeta, uno de los reclusos señala al protagonista y compañero de celda: “¡Ves cómo el hombre no deja de ser un eslabón más en la evolución del mono!”. La respuesta resulta esperanzadora. La denuncia del experimento en los medios de comunicación y, a renglón seguido, la intervención judicial para esclarecer y depurar los hechos. Por ese motivo, hoy, responsables políticos, en el gobierno o fuera de él, atacan sin pausa la libertad de prensa, que no deja de ser la expresión real que integra las libertades de empresa y de opinión. Aseguran que, si por ellos fuera, cerrarían los medios privados. Los públicos también porque ya solo serían de propaganda. Del mismo modo, otra sección lanza su ariete contra el segundo muro de contención: la justicia, muy desgastada por años de goteo. Ambos dificultan los experimentos sociales... y otros asuntos que no entran en la categoría de I+D+i. Si no existiera la defensa y el riesgo de intervención social de la prensa y la justicia, la cárcel de Stanford seguiría abierta con los mismos internos, ya sin cobrar. ¿Lo dudan?
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