Euskadi cuenta con las capacidades necesarias para liderar el desarrollo industrial de este sector estratégico

Las previsiones del sector de la energía eólica marina son muy positivas: a finales de 2024 la capacidad global alcanzó 83 GW, y en 2025 se espera añadir entre 16 y 19 GW adicionales. Este ritmo no solo se mantendrá, sino que se acelerará en los próximos años. Según el Global Wind Energy Council (GWEC), la capacidad acumulada podría llegar a 441 GW en 2034, lo que supone un crecimiento medio superior a 37 GW anuales. Sin embargo, al mismo tiempo, las incertidumbres del momento son muy significativas.
El coste de las turbinas está subiendo, lo que está suponiendo que los desarrolladores racionalicen sus inversiones en los parques eólicos marinos más estratégicos o rentables. A esto se le suma un gobierno federal en Estados Unidos que está ralentizando el sector o una cadena de valor china que cada vez busca más la internacionalización a terceros países, amenazando a la industria europea. Además, esta realidad se replica a escala en el nicho emergente de la eólica flotante, clave para la industria eólica de Euskadi. Ya existen cerca de 1 GW en proyectos comerciales asignados en Francia, Escocia y Corea, algo impensable hace pocos años, pero, al mismo tiempo el incremento de costes está suponiendo un retraso en el lanzamiento global del mercado.
Este escenario de luces y sombras recuerda al pasado de la energía eólica terrestre en la década de los 90, cuando comenzaba a despegar el mercado eólico en Europa y Euskadi, de la mano de empresas tractoras como Iberdrola y Gamesa, que desarrollaron una sólida cadena de valor en un sector emergente, que hoy genera miles de empleos. De nuevo las perspectivas son ambiciosas e inciertas y, de nuevo, contamos con las capacidades necesarias. A partir de la experiencia eólica y de una tradición naval, las organizaciones vascas han desarrollado fuertes capacidades en eólica marina y, específicamente, en la alternativa flotante.
Desde las propias plataformas hasta componentes o servicios especializados, Euskadi cuenta con una cadena de valor completa que, no sólo dispone de las capacidades necesarias, sino también de experiencia real en prácticamente todos los proyectos existentes en el mundo de demostración y precomerciales de energía eólica flotante. Es el momento de tomar decisiones valientes.
Un primer paso positivo es el nuevo Plan de Industria del Gobierno Vasco, que identifica el ámbito de la energía eólica marina como un sector estratégico con potencial transformador de la economía vasca. En este caso las dudas se ciernen más en el mercado en España, que fue clave para el despegue de la industria eólica vasca en sus orígenes. Si bien el PNIEC plantea un objetivo de 3GW de eólica flotante para 2030, el Gobierno central no está dando el último paso para el lanzamiento del sector, con la aprobación de la Orden Ministerial que regule la primera subasta de eólica marina flotante y que facilite el desarrollo de un mercado piloto nacional.
Esta ausencia de avances compromete el liderazgo tecnológico e industrial logrado en la última década, en el que Euskadi es un referente internacional. La oportunidad no es menor. Un estudio reciente del potencial impacto elaborado por Basquenergy Cluster estimaba que, en 2040, el sector podría generar hasta 6.800 empleos directos y una facturación de más de 1.400 millones de euros. Unas magnitudes de un orden similar al del actual sector eólico en Euskadi. La industria vasca está preparada para abordar el reto de la eólica marina y solo falta que el contexto energético y regulatorio permita hacerlo con viabilidad y estabilidad.

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