Una es la de seleccionar bien a quien ha de dirigir la aventura. Los mejores dentro y en el sitio adecuado.
Es admirable que quien gobierna una organización trate de proyectar dónde quiere estar dentro de treinta años. Otros países han conseguido transformarse para mejor y tenemos recorrido para hacerlo, de eso da fe nuestra realidad actual para quien quiera verla. Tener una estrategia y mirar hacia delante con las luces largas encendidas parece que es un ejercicio siempre recomendable.
Para conseguir que esta empresa de tan ambiciosa transformación sea exitosa recomienda Jim Collins que hay que mantener la fe de que uno va a salir adelante con sus propósitos, pero que debe también enfrentarse a los hechos tal como son. No sé si esto lo tenemos tan claro. Hay dos sugerencias más que añade en sus recomendaciones que si bien se refieren al mundo de la empresa creo son igualmente aplicables a los distintos frentes que supone la transformación de un país como el nuestro. Una es la de seleccionar bien a quien ha de dirigir la aventura. Los mejores dentro y en el sitio adecuado. Un ejercicio de apertura de miras y exigencia para el que creo que nos faltan mimbres. Atraer talento de verdad y fijar metas y objetivos. Recompensar en su cumplimiento, véase Singapur. Va a ser un camino largo y con diversas etapas que exigirán rigor y disciplina.
Valores no especialmente reforzados en la última reforma educativa aprobada en el Congreso. Un dato, quienes han de dirigir las últimas décadas de esta travesía, son quienes hoy se sientan en las aulas, expuestos a la apuesta por la mediocridad que supone la reciente reforma educativa. Otra sugerencia es la relativa al papel de la tecnología. Digitalizar es favorecer una mejor innovación y una más alta productividad de nuestros recursos. Es abrir espacios de oportunidad para los individuos y dejarles hacer. Y contra la obsesión de aumentar impuestos, es adelgazar una administración para liberar tiempo y recursos para otras actividades que nos permitan competir mejor y mejorar nuestra calidad de vida, que es para lo que en definitiva contratamos gobernantes.
En definitiva, para llegar a la meta hay que creérselo y tomarse más en serio la planificación del viaje.
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