Quemados

La dificultad de comercializar los vehículos eléctricos es una realidad en la que inciden diversos factores, incluidas las ayudas públicas, o la ausencia de ellas. En el caso de la automoción, se ha registrado una formulación contradictoria. Por un lado, la Unión Europea se lanza de cabeza a un cambio estructural de la movilidad que, dado el volumen del parque y las necesidades de nuevas infraestructuras, se sabía que requeriría un largo periodo de transición; y, de otro, se arbitran programas de subvención limitados en el tiempo y de carácter coyuntural.

Esta confrontación de plazos se traslada, de forma irremediable, a una demanda en dientes (o solo un diente) de sierra que impacta de forma negativa en la estructuración de las inversiones, su rendimiento y amortización. Los datos del sector en Alemania han vuelto a demostrar que la política económica del ‘manco’ no existe. Todas las acciones de política económica desencadenan consecuencias. Lo que cae en la mano derecha, se puede perder por la izquierda. Por ese motivo, las decisiones en esta materia deben arbitrarse midiendo los movimientos favorables y desfavorables que pueden provocar y, sobre todo, con una clara visión de largo plazo, estabilidad y eficiencia.

En agosto, en Alemania, se matricularon 27.020 vehículos eléctricos puros, un 69 por ciento menos que un año atrás por efecto del fin ‘abrupto’ de las ayudas. En los ocho primeros meses del año, esta tecnología sumó 241.900 unidades registradas, con una baja interanual del 32 por ciento. Como contraste, sobre todo por la muerte anticipada de la tecnología de explosión, se matricularon 1.547.300 vehículos con estos motores y sin hibridación alguna, lo que arrojó un alza interanual del 6,7 por ciento. No debe extrañar a nadie que todos los OEMs europeos piensen en repensar sus planificaciones de producción y también en ajustar para amortizar las inversiones en marcha ‘sin problemas’.