“Tengo un jefe extraordinario. En cuanto junta los millones necesarios, construye un barco y lo lanza a la mar”
Iñaki Latxaga (Bermeo, 1938) falleció el pasado 15 de diciembre. Sin ninguna duda, nos ha dejado uno de los grandes empresarios de los últimos 50 años en el País Vasco y en España. Un auténtico adelantado que unió, con su ingenio, arrojo y pericia, tierras y mares en todos los continentes. Lo logró con trabajo, riesgo, visión y una curiosidad infinita. Como contaba admirado Enrique Bediaga, su capitán en el salvamento de la conservera Salica en los noventa -una apuesta personal de Latxaga para ayudar a las mujeres trabajadoras de Bermeo-: “Tengo un jefe extraordinario. En cuanto junta los millones necesarios, construye un barco y lo lanza a la mar”.
Lo hizo decenas de veces. Hasta armar la mayor flota empresarial de atuneros congeladores del mundo. Nada le gustaba más que la rueda de llamadas a sus patrones en el Índico, el Atlántico y el Pacífico desde las oficinas de Albacora en Bilbao. Eran su gente desde que él mismo, con veinte años, se lanzó a surcar los océanos como maquinista de la marina mercante. Vivió la mar en su Bermeo natal, donde fundió su habilidad mecánica con un máster de autoformación permanente, especialmente con las revistas estadounidenses que narraban las artes y métodos de la flota californiana de San Diego... a la que, con los años, los armadores bermeanos dejaron atrás como referencia del sector en el mundo. Iñaki Latxaga se consagró afectiva y empresarialmente a la mar, tanto con su proyecto Albacora, surgido en 1975, como con el reflotamiento de Salica, o con sus aventuras en Ecuador en el campo pesquero y conservero, que incluso le animó a la promoción visionaria de un nuevo puerto de aguas profundas en Posorja, cerca de Guayaquil… Soñaba desde niño en el espigón de Bermeo; y muchos años después, con el espíritu aventurero intacto, reconocía que “lo difícil nos estimula”.
Un ejemplo. No solo de empresario.
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