La guerra

La guerra no es buena para las empresas. No hablo de los conflictos bélicos, sino de ese combate que se desata cíclicamente en los sectores emergentes, en los que la demanda desborda la base laboral. El problema ahora, respecto a unas décadas atrás, es que falta masa, por un lado, y que lo digital es casi un requerimiento horizontal para todas las actividades.

Recuerdo en estos días en que Stellantis avanza en el cierre de la histórica Mecaner, la guerra por el talento que se desató en la troquelería vizcaína en el pasado. El origen del sector tuvo su epicentro en la planta de Urduliz, en la que trabajaron gran parte de los empresarios que configuraron la oferta que dio soporte a la expansión de las plantas de automóviles en España, que destacaron en Europa y que incluso llegaron a China, donde Matrici suministró todos los troqueles para el coche del partido, un ‘audi’ adaptado. Araluce, Deusto, Matrici, Batz, Adral, Troquenor, ICT-ICM, Matrinor, Troquevi, Nervión, Gestamp Tooling...

Un sector sometido a reordenaciones y crisis en continuo en las últimas décadas, cuando unos años antes se ‘robaban’ los técnicos que podían a precio de liga de fútbol profesional. ¡Qué convenios! ¡Qué condiciones para los desplazamientos al exterior de los técnicos! Ahora asistimos a otra guerra, de escala mundial, que no se sabe si acabará con el campo de juego lleno de bajas. Eso lo determinará el tiempo, la gestión, la competencia externa y la competitividad propia. Pero lo que no debe obviarse es que se batalla por el talento científico-digital, pero no limitado a Vizcaya, como en el troquel, sino a escenarios mucho más amplios.

Un par de datos, el gasto total en investigadores incluidos en la estadística de I+D del Eustat creció un 10% en 2022, por el 4% del resto del personal; y en la última década un 46% frente a un 9%. Si esto no se traduce en valor empresarial y de mercado continuo, será un auténtico golpe de prensa.

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