La entrada a espuertas de productos extranjeros anega la propia producción

Pese a que los indicadores económicos no son malos, con el PIB en ascenso y la paulatina disminución de la tasa de desempleo, y a que llegan noticias halagüenas relativas a sectores como el turismo o los servicios, el descenso de la fabricación constituye el elefante en la habitación de la economía española. Una cuestión de la que no se habla pero que proyecta una sombra cada vez más grande y oscura sobre nuestras cabezas.
¿De qué nos sirve la siderurgia si ya entra todo fabricado a un precio inferior al del propio material?
La compra alegre e irreflexiva de productos extranjeros, desde artículos de apenas unos euros a electrodomésticos, vehículos o productos industriales como placas fotovoltaicas o maquinaria, oculta el drama del cierre de miles de industrias nacionales y de otras tantas empresas auxiliares a ellas que se ven obligadas a retirarse por la imposibilidad de competir con los precios de aquellos.
Ojo, la culpa, o la mayor parte de ella, no es del alegre comprador, sino de una política que no impone ninguna traba a la entrada de productos del exterior y castiga sin embargo la entrada de materia prima extranjera con el objetivo de proteger la actividad de infraestructuras críticas como las siderurgia. Pero, ¿de qué nos sirve la siderurgia si ya entra todo fabricado a un precio inferior al del propio material? A todo ello hay que sumar los desorbitados costes productivos derivados del estricto marco regulatorio que constriñe a la industria nacional y la maniata frente a la libertad operativa de sus competidores.
Frente a la lucha por la defensa de la propia industria la solución parece ser congraciarnos con el gigante que nos engulle para que al menos nos dé algunas de sus migajas.

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