Euskadi pasa del bit al cúbit y entra de lleno en la era cuántica con la inauguración de la supercomputadora de IBM
Todo avance científico comienza con una herejía. Durante siglos creímos que la información debía ser clara, binaria, estable. Hasta que la física cuántica llegó para recordarnos que la naturaleza no obedece a la lógica humana. En su reino, las partículas pueden ser y no ser, ocupar varios lugares a la vez y comunicarse sin tocarse. Una disruptiva rama que es ciencia, aunque parece magia. De esa paradoja nació la computación cuántica, la más ambiciosa de las tecnologías contemporáneas.
Su unidad básica, el cúbit, puede representar simultáneamente un cero y un uno, conteniendo todas las respuestas posibles antes de decidir cuál mostrar. Esa revolución, que hasta hace poco parecía reservada a las grandes compañías tecnológicas, tiene ya una nueva coordenada en el mapa: Donostia / San Sebastián.
La cuántica goza de esa dualidad para imaginar lo que aún no existe.
Con la inauguración del IBM Quantum System Two, Euskadi entra de lleno en la era cuántica y se suma al reducido grupo de regiones donde esta tecnología deja de ser una promesa para convertirse en una realidad. En un territorio donde la tradición industrial ha sido siempre sinónimo de innovación, la cuántica encuentra un terreno fértil y abre un horizonte nuevo para sectores estratégicos como la energía, la biomedicina, la logística o las finanzas, con la promesa de resolver problemas que la informática clásica no puede abordar.
Se convierta o no en un nuevo motor industrial en el futuro, la cuántica goza de esa dualidad para imaginar lo que aún no existe. Quizá dentro de unos años nadie recuerde la fecha exacta en que se encendió la supercomputadora de IBM. Pero si un joven investigador de Barakaldo descubre algún día un nuevo material, o una empresa de Azpeitia diseña un medicamento imposible, tal vez alguien piense que todo empezó aquí, cuando la física se hizo vasca.
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