Agustín Markaide certifica la buena salud del cooperativismo
El cooperativismo “es una obra humana” y, como tal, su “sentido como proyecto colectivo autogestionado goza de una excelente salud”. Y es que no hay como creer fervientemente en algo para asegurar su supervivencia que, en muchos casos, además es exitosa. Con una larga trayectoria profesional ligada al movimiento, Agustín Markaide encarna la figura del cooperativista de cuna, valedor de un modelo que le llevó a dirigir el entramado de un gigante como Eroski, durante casi 30 años. Apoyado en su experiencia, defendió en los ‘Viernes de La Cámara’ las virtudes de una doctrina centenaria, que hoy sirve ya de inspiración a la nueva cultura de empresa que promueve el capital.
Probablemente, en algún momento de la historia empresarial de este país, no pocos emprendedores se habrán encontrado en la disyuntiva de adoptar un modelo de economía social o decantarse por el capital a la hora de crear un proyecto. Cada elección tiene sus pros y sus contras. El cooperativismo es arraigo, es cercanía y es responsabilidad social, retrata Markaide. Es debate y solidaridad con redes de sostenimiento en época de crisis. Y es capaz de alcanzar los ODS sin esfuerzo porque cuestiones como la distribución equitativa de la riqueza generada o el fomento de la participación de la ciudadanía en las actividades públicas, está en su ADN.
Sin embargo, el cooperativista “no nace, se hace”, y es éste, “uno de los desafíos más difíciles de superar” por el modelo que, antes de nada, requiere interiorizar la “vivencia cooperativa desde dentro”. Tal como explicó Markaide, la transformación “del yo al nosotros” implica un proceso de socialización del aspirante que también debe cambiar el chip “del hoy al mañana”, fundamental para pensar en clave de futuro. Por esta razón, a la hora de elegir a un directivo, la cooperativa necesita trabajar con una “cantera”, que comparta los principios y la visión social de conjunto. Ejerciendo un liderazgo social capaz de poner a prueba todos los valores, también los retributivos. Todo un reto.
Una vez interiorizada la misión, el cooperativismo se enfrenta a similares objetivos que otros modelos empresariales como la dificultad para encontrar talento o la complejidad que encierran los proyectos de internacionalización, en los que, curiosamente, “el tamaño no importa”. Con todo, el cooperativista sí encarna un rasgo diferencial: el compromiso y la solidaridad de los socios trabajadores implicados, capaces de dedicar todos los esfuerzos necesarios para llevar adelante el proyecto compartido, para bien... o no tan bien.
No obstante, como en todo, hay margen de mejora y en esta línea, Markaide apuntó a reflexionar sobre la igualdad de género, a continuar mejorando la gobernanza, a mirar más allá de los límites de cada cooperativa y a incorporar la visión global que da un tejido cooperativo para seguir avanzando. “Las cooperativas han nacido de necesidades mal cubiertas, por lo que una de las claves de futuro es abrirse a considerar fórmulas que no están bien atendidas”, como son las necesidades sociales, donde la actividad cooperativa puede cubrir ámbitos de la salud de las personas mayores y sus cuidados.
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