La noche de la empresa vasca 2022
REGISTRO

Ciencia disruptiva

Antes quienes se dedicaban a esto de la ciencia, lo hacían porque tenían la vocación y la osadía de tratar de romper las barreras.

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REGISTRO
Guillermo Dorronsoro
Colaborador
23/4/2024

Imagino que te suena la RAE (Real Academia Española), y es posible que hasta conozcas el lema que figura en su escudo (Limpia, fija y da esplendor). Aunque es probable que no conozcas que una de sus actividades consiste en mantener el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA). En esencia, la última versión del CREA es un repositorio de textos escritos y orales (libros, periódicos y revistas, radio, televisión…) que van desde 1975 hasta 2004. Una de sus utilidades es conocer, por ejemplo, cuál es la frecuencia estadística con la que una palabra aparece. El “Top 10” es bastante aburrido (de, la, que, el, en, y, a, los, se, del). Pero según vas bajando en la lista, vas descubriendo qué palabras utilizamos todos a todas horas, y cuáles van desapareciendo porque ya casi nadie las utiliza…

Así que cuando me he encontrado estas últimas semanas dos veces el término disrupción o variaciones de mismo, he tenido la curiosidad de ver qué posición ocupa en el ranking de palabras más usadas. Disrupción ocupa el 105.011, seguido de disruptiva (190.546) y disruptor (359.013) (vamos, que son palabras casi en peligro de extinción). Es normal que no las usemos mucho, porque no nos suelen gustar las cosas disruptivas, en general las personas somos más de mantener un cierto orden y concierto, y cuando aparecen personas o ideas que tienen la capacidad de desordenarlo todo (en esto consiste la disrupción), es habitual que acaben en alguna forma de destierro (salvo Elon Musk, que ha conseguido hacerse multimillonario y no queda otra que soportarle). Por eso me ha llamado la atención el eco que ha tenido en los medios un estudio que ha publicado la prestigiosa revista Nature, que llegaba a la conclusión de que cada vez se produce más ciencia, pero esta es cada vez menos disruptiva. Lo dicen dos investigadores de Minessota después de haber analizado 45 millones de artículos científicos y cerca de cuatro millones de patentes entre 1945 y 2010.

Sin entrar al detalle de qué variables han utilizado para hacer ese análisis (que seguro que son bastante discutibles), intuitivamente me parece que sus conclusiones tienen algo de verdad. Ahora mismo a casi todos los profesores de Universidad del mundo les han puesto como condición para poder seguir dando clases que escriban publicaciones científicas (“publish or perish”, que dicen los ingleses). Así que miles de personas (solo en España, unas 120.000), muchas de las cuales tienen vocación docente o de transferencia pero no tanto interés por la publicación científica se ven obligados a buscarse la vida para sacar un “paper” de vez en cuando (porque si no, su carrera universitaria no tiene ningún futuro). Algo parecido pasa con las patentes, que se han convertido en una variable para medir si la investigación produce algún resultado (además de publicaciones científicas). Muchos centros de investigación y centros tecnológicos patentan para seguir recibiendo ayudas, sin estar realmente interesados en la explotación o utilidad real de proteger ese conocimiento. Antes quienes se dedicaban a esto de la ciencia, lo hacían porque tenían la vocación y la osadía de tratar de romper las barreras del conocimiento. Quienes patentaban, lo hacían exclusivamente porque esperaban hacer negocios con esa patente…

Ahora hay muchas personas que se dedican a la ciencia o a las patentes para llegar a fin de mes (no digo yo que sea un fin menos noble que el anterior). Por eso no me parece extraño que, como media, la ciencia y la innovación ahora sean menos disruptivas que antes… Los autores del estudio dicen que quizá sea también porque cada vez sea más difícil la colaboración interdisciplinar (así se descubrió el ADN, por ejemplo, por conversaciones entre químicos y biólogos), y señalan algún otro motivo, que seguro que tendrá algo de base. Sería importante, para no derrochar el dinero de los contribuyentes, que las instituciones que se dedican a esto del conocimiento dieran alguna vuelta a estas cosas, para evitar que publicaciones científicas o patentes acaben por ser una de las muchas rutinas burocráticas que no sabemos bien para qué sirven. Harían falta personas disruptivas para ello, me parece : )

Guillermo Dorronsoro

Doctor en Ingeniería Industrial e Ingeniería Mecánica. Al frente de Innobasque participó en la transformación del sistema de ciencia y tecnología de Euskadi.

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