Cuando las empresas decidimos que nos interesa iniciar colaboraciones estables con otras empresas y compartir estrategias de futuro, o incluso dar un paso más y llegar a compartir incluso resultados, siempre se analizan los posibles escenarios de futuro, cómo nos podría ir si decidiéramos comprometernos de forma estable en una estrategia conjunta de largo plazo y con compromiso real entre las entidades. Tras intensos análisis y contraste con los diferentes órganos de gobierno y decisión, e incluso con el contraste con los propios protagonistas del proyecto empresarial, los trabajadores, a menudo, se decide dar el paso y constituir un grupo, alianza o corporación.
Esto es el inicio de una nueva etapa, un nuevo escenario en el que la apuesta por el conjunto es lo que refuerza a las partes, y permite el acceso a resultados y escenarios que a nivel individual serían inimaginables e inaccesibles. En este momento ya no es real el análisis de como sería la situación si en el mercado estaríamos trabajando solos, de forma individual. La apuesta por el conjunto nos ha permitido llegar a una situación de privilegio que solos no podríamos permitirnos. Frecuentemente es cuando se empiezan a hacer los balances sobre lo que aportamos al conjunto y lo que nos aporta, y empiezan los análisis de lo bien que estaríamos sin el compromiso con el conjunto. En muchas ocasiones se llega a pensar que un retroceso hacia una apuesta individual es una gestión mas eficaz, tras un análisis de un corto periodo o incluso se plantean decisiones de reforzar la esencia del proyecto individual frente al colectivo, amparado solo en la parcialidad de la situación actual.
Se necesitan gestores con luces largas para valorar la potencial posición actual individual más ventajosa, frente a la real posición de más valor para el conjunto con una mayor estabilidad potencial y recorrido.
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