La estirpe de emprendedores es más necesaria que nunca en un mundo en plena transformación
Muchas cosas han cambiado en tan solo unos años. Pero si algo continúa intacto, es el espíritu emprendedor. Basta con levantar la mirada a nuestro alrededor para constatar cómo detrás de cada empresa hay una persona que, en algún momento de su vida, tomó la difícil decisión de llevar su sueño adelante y saltar al vacío. Un camino pedregoso lleno de sacrificio, esfuerzo, compromiso… Porque iniciar un proyecto no es tarea fácil. Que se lo pregunten a nuestros empresarios.
Lanzar un negocio implica miedo, mucho miedo, y en mayor grado en los actuales tiempos de crisis e incertidumbre. Sin embargo, vivimos en una histórica tierra de emprendedores que entre la pena y la nada, bien elegirían la pena, como proclama el famoso mantra de William Faulkner. Dejando el fracaso a un lado como tabú, y asumido como una forma de aprendizaje, promotores de un millar de empresas emergentes conforman el actual ecosistema vasco de emprendimiento, generador de más de ocho mil empleos y ligado, en su mayor parte, a los sectores estratégicos de Euskadi. Una necesaria coraza de valor con la que hacer frente a la globalización de la economía y a su feroz competencia. Y es que el futuro depende de esas nuevas ideas como palanca fundamental para abordar la profunda reindustrialización que nos ha tocado vivir.
Sin más dilación, y tras celebrar el Día Mundial del Emprendimiento el pasado 16 de abril, todo mi reconocimiento a ese grupo de intrépidos que un día cualquiera apostaron por tomar uno de los caminos más difíciles. ¡Ánimo, valientes!
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