El arte de dar oportunidades al destino (3 de 1001)

Cuando el futuro se vuelve inextricable no queda otra alternativa que volver al pasado para tratar de entenderlo

15/12/2025

Aún no habían llegado los platos; el vino, en cambio, ya ofrecía su compañía silenciosa. Hermes inició el relato con el origen de sus viajes: “Durante siglos pensamos que el futuro iba a ser una prolongación del pasado y del presente. Bastaba con observar tendencias, patrones, ciclos. Pero, de pronto, todo eso dejó de funcionar; la inteligencia artificial y otras tecnologías exponenciales lo cambiaron todo… Nuestras rutinas dejaron de servir y los antiguos mapas ya no eran de utilidad. Las crisis se sucedían, una tras otra, parecían surgir de ninguna parte. El futuro dejó de ser incierto para convertirse en agresivo. No podíamos anticiparlo, era como intentar leer un libro cuyas páginas cambiasen cada vez que las miras”.

Irene jugó con el tallo de su copa, pensativa.

“Y cuando dejamos de entender el futuro, dejamos también de confiar en el presente…”.

Hermes asintió. “Las personas, desorientadas y confundidas, empezaron a comportarse como si el mañana fuera un enemigo. Comenzamos una pelea contra el destino, que acabó siendo una batalla contra nuestra propia existencia. Profetas nos advertían que el XXI sería el último siglo de la humanidad… Pero cuando todo parecía perdido, surgió la idea de volver atrás en el tiempo para recuperar las claves que nos permitieran seguir adelante. Ya nos habíamos enfrentado antes al enigma del futuro, y siempre habíamos sabido encontrar las respuestas correctas para navegarlo… ¿Cómo lo habíamos logrado? ¿Qué herramientas habíamos usado?”.

Se inclinó un poco hacia delante, bajando la voz. “Pero hacía falta un mapa para ese viaje, y yo fui quien lo descubrió en el Hexágono Carmesí de la Biblioteca de Babel. Allí encontré un volumen inverosímil, sin principio ni fin, con un número de páginas infinito que cambiaba cada vez que lo abría. No contenía predicciones, sino… estructuras. Esquemas de pasados y futuros posibles, como si alguien hubiera cartografiado no los hechos, sino sus bifurcaciones. En su interior conocí a quienes debían enseñarme en el pasado cada una de las treinta herramientas para descifrar el futuro. Por eso me enviaron a mí”.

Holmes preguntó, interesado: “Un objeto perfecto para simbolizar una humanidad en guerra con el futuro: cada intento de lectura lo altera… ¿Y cómo pudo hallar ese curioso ejemplar?”.

Hermes le explicó: “Lo encontré porque un escritor, pocos años antes de que se iniciase el siglo XXI, había descrito con exactitud ese libro imposible, y había dejado pistas precisas indicando dónde lo había escondido. Primero en su casa, oculto tras Las mil y una noches, y después en un sótano de una biblioteca muy concreta, entre periódicos y mapas… Lo increíble es que este hombre había perdido la vista en su vejez y murió invidente, como Homero”.

Irene, con delicadeza, trató de que su invitado prosiguiera: “Así que esta noche vas a contarnos tus treinta viajes”.

“Sí. La bitácora de mi destierro. Necesito vuestra ayuda para comprender qué me impide regresar. Poseo ya todas las herramientas, pero me falta una clave principal, que todavía no he podido hallar”.

Holmes le interrumpió, no pudo resistirse a la curiosidad: “He leído no hace mucho un relato que describe esa biblioteca, y esa sala… Casi estoy seguro de quién es ese autor que te ayudó a encontrar el libro. Aunque, que yo sepa, a esta fecha todavía mantiene el sentido de la vista intacto. ¿En qué año describirá este libro tan peculiar?”.

Hermes le miró divertido: “Diez años antes de escribir un poema sobre ti…”.

Sherlock tomó un papel y anotó la respuesta al acertijo de Hermes: el nombre del autor amante del ajedrez, cuyas obras conocía de memoria. Lo dejó boca abajo sobre la mesa.

“Ya he resuelto esta pregunta, puedes proseguir con las siguientes”.

Irene sonrió. Conocía bien a Holmes, que era de naturaleza impaciente. ¿Sería capaz de escuchar los treinta viajes de su invitado, o se distraería resolviendo las adivinanzas que a Hermes tanto le gustaba deslizar en sus relatos...? Afuera, el mar siguió respirando. De la cocina llegó ruido de platos, y un aroma delicioso a romero y limón tostado. Hermes supo que había llegado ya el instante de narrar su primer viaje. Cómo descubrió la primera herramienta de la primera caja…

Elemental querido Wat... Quiero decir... ¡Bien hecho amigo!
Nope... te has dejado algo. Vuelve a intentarlo.
Guillermo Dorronsoro

Doctor en Ingeniería Industrial e Ingeniería Mecánica. Al frente de Innobasque participó en la transformación del sistema de ciencia y tecnología de Euskadi. Hoy es board avisor de Zabala Innovation, profesor de Innovación de Deusto Business School, y coordinador del think tank Zedarriak.

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