Descarbonización
La seguridad y el equilibrio son claves en todos los órdenes de la vida. En la energía y la industria, también.
La Unión Europea asumió, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 en París, el compromiso de avanzar hacia la neutralidad del carbono en la segunda mitad del siglo XXI. A partir de ese compromiso, Europa se comprometió con una política climática muy ambiciosa. Su objetivo actual es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% para 2030, en comparación con los niveles de 1990, con el objetivo final de la neutralidad climática en 2050.
Dado el balance de carbono que supone cada mix de generación eléctrica, es curioso comprobar que los países más nuclearizados de Europa, Suecia y Francia, son los que antes se han comprometido con dicho objetivo. Juegan con evidente ventaja. En España, el 75% de las emisiones de 2016 se generaron para producir energía. Energía directa para el transporte (28%), emisiones generados por la combustión industrial (13%), para calentar los hogares y los comercios (12%) o para la generación eléctrica (18%). En el sistema español, el protagonismo del gas natural es más que evidente. El avance en la reducción de ese 13% de carbono emitido por la combustión industrial va a ser diferente en función de cada sector. Hay sectores que han hecho grandes progresos en electrificación, aunque, al menos por ahora, todo tiene sus límites. Las acerías de arco eléctrico, en las que casi nada se quema, los electrodos son de carbono y no pueden reciclar chatarra indefinidamente. Es necesario seguir introduciendo en el circuito mineral de hierro. El vidrio lo tiene más difícil, pero parece factible pensar que en 30 años podamos ver hornos eléctricos para la fabricación de vidrío con rendimientos, capacidad y duración competitivas. El papel avanzará en la utilización de biomasa, algo que lleva haciendo desde que nació, generando energía con el licor negro, pero la industria del cemento o de la cal, se enfrentan a un reto titánico que dependerá de tecnologías, aún por desarrollar, para la captura de dióxido de carbono.
Si ese desarrollo no se produce, sólo quedará su traslado al norte de África para seguir atendiendo el mercado europeo.
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